
Fernando Arrabal
hacia 1992
Es indudable que Arrabal ha cambiado la escena del teatro mundial. Sublimando su propia biografía, la complica con episodios disparatados del teatro del absurdo y la crueldad o del dadaísmo tardío. El resultado es una ceremonia con todo su valor ritual, que devuelve al teatro su condición de espectáculo. Por debajo del caos aparente, laten inquietudes políticas, religiosas o humanas de verdadera trascendencia.
Su obra es motivo de polémicas, debido a una penosa incomprensión. Se ha dicho que obedecía al teatro francés y no al español, lengua en lo que aún no leemos la totalidad de su producción. El dudoso interés mostrado en España invita a pensar que Arrabal es otra de las ocasiones perdidas por el teatro español para superar la profunda crisis que vive desde 1936.
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